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Soy Joaquín Joven, padre de dos niños que acudieron al Centro Sinapsis entre los 0 y los 3 años. Siempre me he considerado altamente exigente en muchos ámbitos de mi vida, pero sobre todo con el cuidado y la crianza de mis hijos, por lo que me preocupaba muchísimo encontrar a alguien en quien confiar cuando no pudiera estar con ellos. Sin embargo, desde que conocí a Pilar y a Bea del Centro Sinapsis lo tuve claro. Desde los primeros días me di cuenta de que pasara lo que pasara, estaban allí aportándoles a mis hijos lo más valioso que tenemos y que podemos aportar a un niño: la presencia. Me di cuenta de que sabían detectar las necesidades de los niños y niñas y, no sólo eso, sino que, aunque fuera en contra de sus propios planes, se adaptaban a las necesidades de cada niño y tenían claro que esa era la prioridad. Esto me dio muchísma tranquilidad. Mis hijos pasaron allí sus primeros años entre actividades super creativas, música, juegos y, sobre todo, mucho mucho mucho amor. El Centro de Sinapsis se convirtió en su segunda casa, en la que se sentían queridos, seguros y a la que siempre tenían ganas de volver. La comunicación diaria y el hecho de que las familias pudieramos entrar y formar parte de la escuela hizo que el vínculo fuera mayor, y proporció que ese crecimiento y evolución personal que vivían los niños y niñas cada día, no se quedara solo en ellos, sino que también nos impulsara a todos cuantos pasábamos por ahí cada día, de modo que la presencia, el amor y la atención llegara a todas las casas. Al final, aprendí mucho sobre la relación con mis hijos, a soltar miedos, necesidades, creencias y a quedarme con esa parte tan íntima y esencial que mis hijos, como grandes maestros, llevaban tiempo mostrándome de una manera tan natural. Por todo ello, les estoy muy agradecido y no me imagino un lugar mejor en el que mis hijos podrían haber pasado sus primeros años.

Podría describir a Pilar en 10 palabras: un lienzo en blanco que se pinta a cada instante. Una mujer libre de cualquier condicionamiento, sea propio o ajeno, que no deja a nadie indiferente, que exprime la vida momento a momento, con una alegría natural y una actitud de agradecimiento, que brota de reconocimiento de lo más sencillo de la vida. Pero esto no siempre fue así, o quizás sí, pero no estaba listo para ser mostrado. A lo largo de su vida, han existido otras Pilares: la Pilar gestora, la educadora, la madre, la hija, la esposa y muchas otras…pero todas ellas han tenido un punto en común. Han sido inconformistas, soñadoras, innovadoras, y han confiado en la introspección y en la autoindagación como herramienta para superar sus retos personales y como camino de evolución personal. Gracias a su habilidad en este ámbito, a su propia experiencia personal y al estudio y la práctica de la meditación y de otras disciplinas en una época en la que obviamente no estaban de moda, Pilar se abrió paso y comenzó a servir de guía para otras personas, a través de talleres de meditación, charlas y terapia, tanto individualmente como en grupo. Desde entonces, su forma de trabajar y su enfoque no ha parado de evolucionar al ritmo de su propio desarrollo personal. Hoy en día es capaz de crear espacios y contextos de confianza, en los que cada persona es capaz de conectar con su parte más auténtica y sentirse libre de ver y sentir lo que necesita en cada momento, con una actitud de amor, agradecimiento, presencia y aceptación que permiten que todo fluya tal cual es. Y cuando todo termina, se vuelve a convertir en ese lienzo en blanco, listo para recibir la siguiente pincelada.